
Cosas que necesita sanar tu niña interior
Por: Valeria Bocanegra
Dentro de cada mujer vive una adulta que un día fue inocente, espontánea, curiosa… pero que también fue callada, limitada o herida. Esa niña interior que todas tenemos guarda recuerdos, palabras y emociones que seguramente marcaron tu forma de verte, de sentirte, de hablarte a ti misma y de enfrentarte al mundo.
Sanar a tu niña interior no significa regresar al pasado, sino abrazar con amor las partes de ti que fueron ignoradas, reprimidas o lastimada, y ofrecerles ahora lo que no recibieron antes: validación, cuidado y libertad
Hoy te compartimos algunas frases que escuchamos de niñas y que nuestra niña interior necesita cuestionar y transformar, porque muchas de ellas se convirtieron en diálogos internos que aún cargamos, sin darnos cuenta.

“No es para tanto”
Esta frase la escuchamos cuando llorábamos, cuando nos dolía algo o cuando teníamos miedo. Pero también, incluso, cuando nos emocionábamos por algún logro académico o personal. Entonces, aprendimos que nuestro dolor y nuestros logros debían ser silenciosos. Aprendimos a callar lo que sentimos, fuera bueno o malo, a pensar que exagerábamos o que debíamos aguantarnos.
Tu niña interior necesita saber ahora que lo que siente importa. Si para ti fue mucho, fue válido. No hay emoción pequeña si fue real para ti.
“Todo te lo tomas a mal”
Este comentario minimiza tu sensibilidad y te hace sentir “complicada”. Muchas mujeres crecimos sintiendo que ser sensibles era un defecto. Que si algo nos dolía o no estábamos de acuerdo con algo, era porque estábamos del lado incorrecto o, la típica, “éramos intensas”.
Hoy puedes decirle a tu niña interior: tu sensibilidad es una fortaleza, está bien sentir profundamente. Sentir no te hace frágil, te hace humana.
“Calladita te ves más bonita”
Cuántas veces se nos enseñó a guardar silencio para agradar, a no opinar para no incomodar, a no alzar la voz para no “parecer groseras”. Esta frase sembró la idea de que nuestro valor estaba en ser discretas, invisibles y complacientes.
Hoy dile a ese niña que calló tanto: tu voz es válida, puedes expresarte con libertad y seguridad. Hablar no te hace menos femenina. Te hace libre.

“Eso no es de señoritas”
Muchas de nosotras vemos el pasado y nos damos cuenta de cuántas libertades se nos negaron por haber nacido mujeres. No podíamos correr, gritar, ensuciarnos, jugar con ciertos juguetes o utilizar cierto tipo de ropa porque… “no era de señoritas”.
Hoy puedes recordarte: no tengo que cumplir con expectativas ajenas para ser yo misma. Tu forma de ser es válida, completa y auténtica.
“Qué fea te ves llorando”
Llorar era sinónimo de debilidad, de descontrol, de “ridiculez”. Esta frase no sólo minimizaba el llanto, sino que nos enseñó a asociar nuestras emociones con fealdad. Y, al mismo tiempo, nos impuso otro estándar: el de estar siempre bonitas.
Dile a esa niña que lloraba a escondidas: llorar te libera, te conecta contigo. No hay nada feo en sentir. La tristeza también merece espacio y no necesita ser maquillada.

Sanar a tu niña es volver a casa con la versión más pura de ti y decirle: “Te veo, te escucho y, ahora, te puedo cuidar”. No se trata de culpar a quienes nos dijeron esas frases -pues el final también son víctimas directas o indirectas de un sistema patriarcal- sino de liberarnos del peso de seguir creyéndolas. Es reconocerte como una adulta que hoy puede elegir nuevas palabras, creencias y formas de habitarte.
Porque tu niña interior no quiere perfección, sólo quiere ser amada y valorada tal cual es.